¡Hostia, zagales! Hoy os vengo a hablar desde mi rincón de campo de toda la vida. Os veo por ahí, por las redes, compartiendo gilipolleces cada día. Que si tienes que usar mascarillas para la cara de algas del Himalaya o perfumes con lichi y rosas de no sé dónde leches como este. En mis tiempos, subirse al burro al amanecer era lo único que te espabilaba la cara, no estas moderneces. ¡Coño, qué tiempos aquellos! La vida rural te enseñaba todo lo que tenías que saber a base de sudar bajo el sol, no delante de una pantalla con esos masajes mágicos electrónicos como este, que más os vale usarlos bien y no para hacer el vago.
Antiguamente, verdades como puños eran las que se aprendían con el barro hasta las rodillas y las manos en la masa. A veces me río viendo a los chavales con esos calcetines deportivos antideslizantes como estos para ir a correr por el parque. En mis tiempos, las únicas resbaladizas eran las piedras del río. Y, ¡madre mía!, si tenías suerte, los calcetines cogían su propio “perfume” a lo largo del año. Hoy, los modernitos van corriendo al desodorante desinfectante para calzado como este al primer olorcillo. ¡Vivimos en el mundo de cristal, chavales!
En fin, recordad que el sentido común no sabe de tiempos, sino de experiencias vividas. Como yo, Manolo el del campo, os lo digo sin pelos en la lengua. Si queréis más verdades, echad un vistazo a laiasinfiltro.com. Porque si no aprendéis a reíros de vosotros mismos y de la vida, apaga y vámonos, que aquí nadie tiene tiempo para gilipolleces.