¡Coño, pues porque tiene más verdades que dientes me cago en la leche! Aquí está Manolo el del campo, el que se levanta a las cinco de la mañana y no necesita gilipolleces electrónicas para saber cómo está el tiempo. No hace falta ser un lumbreras para darse cuenta de que lo moderno no siempre es mejor, y menos cuando se trata de usar el sentido común. Mi abuelo, hostia, todavía le echa una mano a arar y no se olvida de cómo se vive la vida rural, con humor bruto y sin pelos en la lengua.
En la era digital, donde todo el mundo está más pendiente de la pantalla que de los cojones que le trajo el destino, mi abuelo se mantiene firme, igual que un llavero de acero inoxidable, duro como ninguno, con estilo y dureza a precio de risa. ¡Echa un vistazo aquí! Estos zagales de hoy tienen tantas opiniones como anuncios ven en internet, pero que se vengan a discutir con Manolo y ya verás cómo se les bajan los humos rápido.
Al final, lo que nos hace falta son más voces como mi abuelo, que se dejen de gilipolleces y hablen con el corazón y, a veces, con una hostia bien dada, pero siempre con una verdad como un puño. Si nos pasáramos menos tiempo actualizando nuestra foto de perfil y más tiempo aprendiendo de la vida verdadera, que no tiene filtros ni algoritmos, otro gallo nos cantaría. Para más perlas de sabiduría sin filtros, te invito a que me sigas leyendo en Laias Sin Filtro. Aquí no encontrarás medias tintas, solo verdades robustas y crudas, como los campos que cultivo.